Día a día aprendiendo a ser

Es una historia particular, la que hoy tengo el orgullo de contar. Ella no sabia lo que quería, él la confundía día a día. Él era un incomprendido, ella jamás lo vio como un amigo. Ninguno de los dos buscaba enamorarse, pero el destino los hizo enterarse que el amor existe donde menos se lo espera, y de allí se descubre por qué tantos lo desean. 

Se vieron horas, minutos, tan pocos segundos. Se prometieron eternidad, sin saber que el futuro es una adversidad. Se dijeron que se amaban, y juro que lo juraban. Cada vez después de verse, ella soñaba con él, y él, entre tantas cosas, quería volverla a ver.

En quien sabe que mes fue la última vez que se vieron, incapaces de poder decir adiós, siguieron amándose sin importarles la razón. Ella se dejó crecer el pelo, y una perforación en su ombligo marcaba el tiempo, el que se paró con semejante motivo, el que en sus almas les hizo sentir frío. Él buscó el amor que extrañaba en muchas, pero ninguna lo llevó a amar como a la que era suya, la que lo esperaba sin importar nada, la que en verdad amaba.

El tiempo pasa menos para ellos, quienes quieren creer que sí. Ojalá pudieran entender que se necesitan, que se complementan, y así volver a ser lo que antes imaginaban. Ella sigue soñando, él sigue esperando. Deseando que el destino, el amigo que los juntó, tenga el atrevimiento de ponerlos en el mismo lugar, en el mismo día, al mismo horario, para poder amarse una vez más.

{Decir adiós no precisamente significa que estemos preparados para sentirlo y quererlo.}